Acogedores, cómodos y exclusivos… Los hoteles de lujo abrazan la sofisticación sin caer en la frialdad. El diseño de interiores plantea propuestas que hacen sentir único a cada huésped y, al mismo tiempo, son capaces de reflejar la personalidad de la marca. La elección del mobiliario, los materiales o los colores es un proceso complejo y meticuloso que no descuida ningún detalle. Tanto si estamos ante el desafío de equipar una habitación, un apartamento o una villa, el interiorismo de lujo busca una experiencia estética tan cautivadora como funcional.
Antes de descifrar las claves de este trabajo debemos establecer definiciones. Decoración e interiorismo no son lo mismo. El decorador mejora la apariencia de un espacio y el interiorista va un paso más allá, generando ambientes que dialoguen con la arquitectura y proporcionen máxima comodidad y habitabilidad.
Otro punto importante en este análisis es el lujo. ¿Qué valores se asocian con este concepto? ¿Los brillos, el barroquismo y la extravagancia? O, por el contrario, ¿la simplicidad, el minimalismo y la naturalidad? No podemos desconocer que la cultura y la idiosincrasia son determinantes en aquello que entendemos por “exquisito”, pero hay un denominador común en la experiencia del lujo y tiene que ver con la “exclusividad”. La persona que disfruta su estancia en un establecimiento hotelero de lujo tiene que sentirse muy importante y aquí es donde el interiorismo juega un papel crucial.
Antes de plantear sus propuestas, los interioristas especializados en hotelería de lujo descifran el mensaje que la arquitectura quiere transmitir. Clásicas, mediterráneas, minimalistas, brutalistas, industriales, vanguardistas… Las fachadas son la primera impresión que nos llevamos de una edificación y es justamente ese estilo el que esperamos encontrar en nuestra habitación, apartamento vacacional o villa de descanso.
Una vez definida la personalidad del espacio, el interiorista hace una selección de mobiliario, revestimientos, textiles y piezas de arte que configuren el ambiente. En cada una de sus decisiones, la estética y la funcionalidad deben ir de la mano porque el gran objetivo es que el huésped se sienta mucho mejor que en su casa, tenga acceso a todos los artículos que pueda necesitar y consiga un sueño reparador. Vestidores, tocadores, mesas, sillas, lámparas, cortinas, escritorios e incluso, cabeceros se seleccionan con mimo bajo criterios que respeten la unidad visual y cromática previamente establecida.
La comunicación con el entorno también juega un papel importante. Cuando hay terrazas, piscinas, jardines o espacios exteriores que el huésped puede aprovechar, el interiorista establece elementos que permitan una comunicación fluida y natural con cada rincón. Conscientes de que el interiorismo en hoteles de lujo puede ser un factor competitivo, las grandes y pequeñas marcas del sector huyen de tendencias efímeras y se centran en definir un estilo propio con productos de altísima calidad y durabilidad. Todo esto enmarcado dentro de una estrategia de gestión hotelera que priorice el bienestar de los clientes por encima de todo.